20.5.11

El tiempo lo enferma todo.

Ella, frío mármol, gris, apagado. El, tres cuartos de lo mismo. Hacia tiempo que las ganas de todo se habían esfumado, dejando a su paso tierra quemada, donde ni las ilusiones podían germinar. Evitaban que sus ojos se encontrarán, como si estuvieran avergonzados de haberse mirado alguna vez, como si el pasado no significara nada, como si nada hubiese pasado.
Y así compartían una vida que ni vida era. Se cruzaban por el pasillo como dos fantasmas, y el mínimo roce les perturbaba, las palabras se atascaban en la garganta, palabras banales, superfluas, sin dobles sentidos.
Eran viejos, viejos en cuerpo de viejos, caras largas y largos silencios enfrente del televisor con el volumen desmedido, drogados por la desgana, viendo películas de sobremesa, con olor a pasas y a pegamento para dentadura, con canas, arrugas y sueños pisados por una convivencia desgastada. 

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