Cabalgué en un delfín imaginario un océano de acuarelas, vi las medusas gigantes de la Antártida y tomamos té y tortitas. Salí del agua y me puse mi perfume con olor a nubes para acudir a mi cita con la noche, cogí mi guitarra de 24 cuerdas, una para cada hora del día, y me senté en las estrellas para cantarle nanas a mama tierra, la luna me hacia los coros, los pájaros dormidos los bajos, las sirenas los agudos, y entonamos la melodía de un anochecer marchito que se convirtió en puro color, el color que tienen las claves de sol pintadas en el cristal de un pentagrama. Se hizo de día, la fiesta termino, y marche a mi casa, pero no encontré las llaves, y recordé que, como dice la canción, estaban en el fondo del mar, así que llame de nuevo a mi delfín imaginario, y todo volvió a ser como el día anterior.
Y sigo sin querer encontrar las llaves.
Crecer es rendirse.
Una guitarra de 24 cuerdas... increíble.
ResponderEliminarY esque el mar es tan grande que caben muchísimos sueños.
Increíble...
¡Seguiré leyendo tus palabras! :)
(Miriam
Jau)