16.12.11

Las lunas rojas.

  David ve la vida desde el color del vino y la sangre, su victima es su propio yo, encerrado en el universo infernal que el mismo ha construido. David padece la soledad de quien se marchita lentamente entre cuatro paredes, repudiado por su propia especie, intentando mantener la cordura imposible en su cerebro desquiciado. Ya nadie dice 'pobre David', es solo un objeto curioso en un mercadillo de antigüedades, es un caso excepcional entre cientos de clones, todos  igual de pulcros y exactos, terriblemente parecidos a un Dios que no se parece a nadie. Pobre David, le dio la espalda al mundo antes de que el mundo se la diera a el, y conviertiendose en el arma de destrucción masiva de su alma se encadenó a una condena impuesta por ser único. Pobre David, nadie se interesa por lo que pasa por su cabeza, pues la profundidad de sus heridas en contraste con la superficialidad de sus frágiles huesos crean el morbo necesario para toda esa masa vampirica sedienta de sangre,  y por este mismo motivo el decidió no alimentarse del dolor ajeno, y pensó que sería mas ético deleitarse en el propio. Pobre David, y pobres nosotros, deberíamos parecernos un poco mas a él. 


Contra el vértigo, nada que decir. 

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