Tenía miedo de perder tus versos desde aquella tarde de octubre me llamaste princesa. Que ilusa, tan lejos y sin embargo, tu retina se dibujaba en las lunas de mis noches tristes. Tu recuerdo se mezcló con otros recuerdos difusos, y creó uno tan sólido que todavía me pesa en la maleta donde llevo mi vida. Ese recuerdo híbrido tenía forma de puentes hacia el infinito, que se dirigían mas allá de las cuatro costas malditas que me rodean. Este océano se convertía en mi cárcel, este cielo, en mi jaula, pero a veces llegabas y me hacías retomar la fe, pasaba los días mirando embelesada las estelas de los aviones, enamorada de un espejismo. Pero justo cuando alzaba el vuelo me invadió el vértigo la maleta se me resbaló de las manos y se desparramó mi vida por el suelo, y me dolió tanto verla hecha añicos que no aguanté y fui a recoger los pedazos limpiando mis cortes con lagrimas, un autentico drama de lo más patético, mientras mis alas se marchitaban dejando dos cicatrices profundas en mi espalda. Ahora llevo una maleta cuesta arriba llena de una vida rota, miro al cielo con añoranza cada vez que pasa un avión, aunque sus estelas ya no dibujen esperanza en el horizonte.
Que orgullo llevar tu sangre en mis venas...Tkm...
ResponderEliminarNah! las madres, que nos veis con buenos ojos! t'estim.
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