Estoy aquí, hoja en blanco, todavía no se me ocurre que puedo escribir. La verdad es que le echo la culpa al domingo, que no me deja pensar, y ahora mismo mi cabeza es un cumulo de horas que han pasado volando.
Me dicen que si no me canso de escribir para nadie, y yo respondo que no, porque nadie sabe escuchar, y decidí entonces escribir una pequeña historia improvisada dedicada a nadie, para que nadie sueñe.
Espero que a nadie le guste.
Le pregunte al monstruo de debajo de mi cama si tenía alguien con quien jugar a las damas y beber leche caliente con azúcar, y como me dijo que no, nos hicimos amigos.
Los jueves por la tarde solíamos ir a pasear y a atrapar mariposas, pero ya no hay mariposas, así que ya no vamos nunca.
Últimamente Monstruo y yo estamos algo aburridos, ya no nos gusta mirar por la ventana ni sacarnos fotos con la lengua fuera, cada uno piensa en sus cosas y andamos todo el día con la cabeza gacha, es lo que tiene el verano, que hace calor y uno no se puede envolver en una manta y contar historias de fantasmas.
Monstruo me dice que me odia por ser humana, pero me quiere por ser persona, y yo le abrazo y le digo que yo le quiero por todo y por nada.
La gente piensa que estoy loca, y Monstruo y yo nos reímos de ellos, y les escribimos con salsa de frambuesa en las puertas de sus casas que son idiotas, y corremos durante un rato porque pensamos que nos persiguen con la escoba en alto para azotarnos.
Pienso que debe haber más gente con Monstruos debajo de sus camas, pero no quieren ser sus amigos porque son diferentes, o porque les da vergüenza serlo, y es una pena, porque hay muchos monstruos que se mueren por jugar a las damas con alguien.
Definitivamente, la vida no sería lo mismo sin Monstruo.