Cuando me marché deje el valor en una taza de té, dejé mi ropa y mis miedos, mi locura y mis sueños. Cuando me marché os regalé mis nubes y mis soles, mis recuerdos, mis zapatillas rotas con los cordones amarillos. Cuando me marché sentía el corazón morir a medida que me alejaba de la costa.
Cuando llegué me senté a esperar al tiempo bajo un árbol de viento, con una copa de vino caliente en la mano y una lagrima cristalizada en la mejilla. El amanecer me resultó indiferente, incoloro, cuando llegué estaba ciega, sorda, muda, viviendo en el horizonte. Cuando me enterré en la playa junto a las tortugas no noté el frío, las olas, la sal, no noté la arena quebrando mi piel y no escuché a las caracolas susurrando. Cuando llegué la tierra era gris, como las cenizas de los que murieron esperando, y ahora lo sigue siendo, pero con pequeños brotes que anudan mis tobillos, cuando llegué no te conocía.
Cuando llegué no quería llegar, ahora me tengo que ir, y no se si me quiero marchar.
Lágrimas cristalizadas.Colores apagados.Insensibilidad a flor de piel. Sentimientos concentrados.
ResponderEliminarNo cabe duda de que es una despedida con un amargo sabor, áspera consistencia, y que exuda un poco de... ¿dolor con unas gotas de miedo?
¿Abrazos incoherentes? Pues besos incompresibles
Siempre he pensado que los cambios son buenos, pase lo que pase. Aunque no te quieras ir, otro horizonte estará esperándote. Siempre hay un futuro.
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