Estaba
segura de que el gato me miraba, esperando una respuesta, pero yo no le veía y
tampoco había entendido la pregunta. Un leve maullido desde alguna parte había
producido eco en mi mente. El gato seguía ahí, y yo no tenía palabras para el. Quizá
me ofrecía galletas, o me preguntaba la hora, pero como el tiempo es relativo y
su vida gatuna es diferente a la mía, mas corta, mas rápida y mas silenciosa,
me ahorré el mirar el reloj, porque si te soy sincera me importaba un comino la
hora que fuera, aunque me estuvieran esperando en casa. El gato, ¿de que color
serían sus ojos? ¿Plateados, quizá, como dos lunas gemelas?. El gato. ¿Habría
leído a Platón? ¿Sabría algo de la filosofía de Sócrates?. El gato. No creo
siquiera que se planteara su propia existencia, pero si la mía, de donde he
venido, que hago aquí, y a donde voy. Quizá le interesase saber que mis pasos me
habían guiado con impulsos para romper con la rutina, porque esta noche debía
conocer a un gato escondido, debía oír su maullido y su cascabel, y sentir el
frio horadando mi piel.
Quien
fuera gato, para preguntarle a los extraños sin temor quienes son, de donde
vienen y adonde van, ofrecerles galletas y observarlos a escondidas, vivir libre y dormir bajo las estrellas.
muy hermoso y sentido tu texto, tienes mucho talento y tu blog es en verdad original y muy lindo, un saludo :)
ResponderEliminarcomo los envidio...
ResponderEliminarMuchas gracias Elizabeth, me alegro que te haya gustado el paseito por mi rincón, saludos!
ResponderEliminarAis demakrada, quien no les envidiaría....quizá un alérgico, no? Un besote :)